Page 6 - Anuario2022
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Después de celebrar la Natividad de Jesús,
celebrar con María que es Madre de Dios,
pasada la Epifanía con los Reyes Magos y ce-
lebrado el Bautismo del Señor, entramos en
Nuestro tiempo “La Cuaresma” que la co-
menzaremos con la imposición de las Ceni-
zas a la que invitamos, a todos nuestros Her-
man@s, y con esta Eucaristía comenzaremos nuestros Cultos
al Stmo.Cristo de la Salud.
Con la Cuaresma, que es tiempo de conversión, de perdón y
comprensión, con nuestros semejantes y sobre todo un tiem-
po de reconciliación. Sigamos las palabras que nos dicen los
ministros de la Misa en el momento de la imposición de la ce-
niza “conviértete porque cree en el evangelio”. Para así llegar al
gran misterio de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo,
misterio con el que nos identificamos y somos seguidores del
“Dios Vivo”.
Nos encontramos sumidos en una nueva oleada de la pan-
demia, teniendo conocimiento casi diario de contagios cer-
canos. Resulta complicado enfocar mis palabras hacia el próximo 10 de abril, a pesar de que en mi ánimo no
hay otro pensamiento que nuestra cruz de guía abriendo la Semana Santa de Coria del Río, un esplendoroso
Domingo de Ramos. Desde las pasadas Navidades, nos venimos preguntando unos a otros “¿qué crees que
pasará?” Y, sin lugar a la duda, nos respondemos ilusionados “¡que saldremos!”
Un año más entramos en la Cuaresma, tiempo especialmente significativo para los cofrades. Y si es cierto que
en el mundo de las Hermandades es rara la época en que no hay actividad, también lo es que ahora ese movi-
miento, esa actividad, se acrecienta y cobra un ritmo enormemente acelerado. Son tantas convocatorias, tantas
las llamadas, tantos preparativos de todo orden, que corremos riesgo de quedarnos un poco aturdidos y apre-
sados en la espesura del ramaje, lo que quizás nos impide ver con suficiente claridad cuál debe ser el verdadero
tronco, la raíz última, el definitivo objeto de toda nuestra acción. La Semana Santa, bien sabéis, hermanos y
hermanas, es conmemoración del misterio central de nuestra fe, que es la Pasión, Muerte y Resurrección del
Señor, la culminación total de su acción salvadora sobre el hombre. Y esto es un hecho de tal trascendencia
para el cristiano, que la Iglesia nos invita a prepararlo con tiempo dilatado, cuarenta días, para que no coja de
sorpresa y podamos comprenderlo, ahondar cada vez más en él y sacar consecuencias prácticas para nuestro
estilo de vida. Por eso, aunque en estos días nos agobia la preparación externa de esa conmemoración, desde
el arreglo de la túnica o el capirote, a la limpieza de los pasos, el brillo de la cera, etc., no podemos distraernos
hasta el punto de no vivir en profundidad esa preparación interior que la celebración pascual requiere. Te-
nemos que dar gracias al Señor que nos permite vivir una nueva Cuaresma, una Cuaresma que es una nueva
oportunidad de conversión, es decir, de orientar, de dirigir de una vez nuestros pasos, toda nuestra vida, hacia
Él. Todas las cosas propias de estos días, los cultos, los ensayos de costaleros, la música, las Sagradas Imágenes,